viernes, 1 de junio de 2018



ACERCA DEL AUTOR:
Abraham Valdelomar, fue el sexto hijo de Anfiloquio Valdelomar y María Carolina de la Asunción. Vivió hasta sus cuatro años en una pequeña casa en su ciudad natal, Ica. ​ Años después, su familia se trasladó al puerto de Pisco, donde su padre encontró trabajo como empleado de la aduana. Fue ahí donde empezaron las experiencias de su infancia, vinculada al mar y al campo, que influyeron decisivamente en su obra. Se trasladó a Lima donde estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe (1900-1904). Luego ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Sin embargo, dejó las clases al año siguiente para trabajar como dibujante de revistas. Reanudó sus estudios en 1910; mismo año donde se incorporó al ejército ante el peligro de una conflagración con el Ecuador.
En 1912 participó en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst. Fue nombrado director del diario oficial El Peruano  y pasó a Italia como secretario de la legación peruana (1913). Tras la caída de Billinghurst, renunció a su empleo diplomático. En 1915 trabajó como secretario José Pardo y Barreda. Se dedicó de lleno al periodismo y la literatura. Colaboró con el diario La Prensa, dedicada a la política. Se hizo popular por sus burlas hacia los políticos. También publicó sus Crónicas frágiles, donde hizo conocido su seudónimo de "El Conde de Lemos". Fundó la Revista Literaria Colónida (1916). En 1918 renunció a La Prensa tras un conato de duelo con su director, a raíz de una suplantación que hicieron en su columna de Palabras. Ese mismo año publicó  El caballero Carmelo.
Marcó el inicio de la modernidad en la narrativa peruana. Viajó a diversas ciudades del Perú e incursionó una vez más en la política, siendo elegido diputado al Congreso Regional del Centro (1919). En una reunión de dicho Congreso, cuando se disponía de noche a bajar por una empinada escalera de piedra, resbaló, cayendo desde una altura de seis metros hasta dar de espalda sobre un montículo de piedras. Sufriendo una fractura de la espina dorsal, que lo llevó a la muerte cuando apenas contaba con 31 años. Ilustres personalidades, familiares, amigos y discípulos le despidieron dedicándole discursos y composiciones.

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