ACERCA DEL AUTOR:

Abraham Valdelomar, fue el sexto hijo de Anfiloquio
Valdelomar y María Carolina de la Asunción. Vivió hasta sus cuatro años en una
pequeña casa en su ciudad natal, Ica. Años
después, su familia se trasladó al puerto de Pisco, donde su padre encontró
trabajo como empleado de la aduana.
Fue ahí donde empezaron las experiencias de su infancia, vinculada al mar y al
campo, que influyeron decisivamente en su obra. Se trasladó a Lima donde
estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe
(1900-1904). Luego ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos.
Sin embargo, dejó las clases al año siguiente para trabajar como dibujante de
revistas. Reanudó sus estudios en 1910; mismo año donde se incorporó
al ejército ante el peligro de una conflagración con el
Ecuador.
En 1912 participó
en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst. Fue
nombrado director del diario oficial El Peruano y pasó a Italia como
secretario de la legación peruana (1913). Tras la caída de Billinghurst,
renunció a su empleo diplomático. En 1915 trabajó
como secretario José Pardo y Barreda. Se
dedicó de lleno al periodismo y
la literatura. Colaboró con el diario La Prensa, dedicada a la
política. Se hizo popular por sus burlas hacia los políticos. También publicó
sus Crónicas frágiles, donde hizo conocido su seudónimo de "El
Conde de Lemos". Fundó la Revista Literaria Colónida (1916). En 1918 renunció
a La Prensa tras un conato
de duelo con su director, a raíz de una suplantación que hicieron en su columna
de Palabras. Ese mismo año publicó El caballero Carmelo.
Marcó el inicio de la modernidad en la
narrativa peruana. Viajó a diversas ciudades del Perú e incursionó una vez más
en la política, siendo elegido diputado al Congreso Regional del Centro (1919). En una reunión
de dicho Congreso, cuando se disponía de noche a bajar por una empinada
escalera de piedra, resbaló, cayendo desde una altura de seis metros hasta dar
de espalda sobre un montículo de piedras. Sufriendo una fractura de la espina
dorsal, que lo llevó a la muerte cuando apenas contaba con 31 años. Ilustres
personalidades, familiares, amigos y discípulos le despidieron dedicándole
discursos y composiciones.
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